Pensando en los clásicos: la figura de Eneas sobre el trasfondo de la figura homérica del héroe
La impronta griega está marcada en la misma estructura de la Eneida, ya que puede ser considerada como una conjunción de los dos poemas de Homero; los seis primeros libros, en los que se narra la peregrinación de Eneas y su estancia en Cartago, serían la Odisea y los otros seis, la lucha del héroe por la conquista del Lacio, la Ilíada.
En efecto, Virgilio pone en relieve el hipotexto, no para elaborar un remedo tardío de un estilo épico obsoleto, sino para subirse expresamente al podio homérico, estrategia que le permite delinear su imagen de escritor y sustentar su obra en una tradición prestigiosa, pese a las dificultades que la elaboración del hipertexto entrañaba, morales y artísticas.
Recordemos que Virgilio comenzó a escribir la Eneida en el año 29 a.C., convocado por el gobierno. Augusto deseaba un poema laudatorio que exaltara el sentimiento patrio y reafirmara su gobierno unipersonal, lo que implicaba una simplificación o justificación de los hechos históricos.
A esa dificultad moral, se sumó la artística. Para adscribirse a la tradición griega, Virgilio debió superar el desprestigio contemporáneo de la épica heroica, iniciado con los poetas alejandrinos. Además, el modelo griego respondía a la mentalidad y necesidades de una sociedad en la cual la epopeya podía presentarse como narrativa genuina e histórica, verosímil, con fundamento en los dioses o en una tradición aceptada, poco apto para expresar las culturas urbanas, como los centros culturales helenísticos y, en menor medida, Roma.
No obstante, el poema de Virgilio consiguió eludir el mandato de propaganda directa del régimen, poniéndole al presente el velo de la historia y de la leyenda, de modo que la batalla de Accio que aún era una herida abierta, fuera percibida como un mero eslabón de una cadena que representaba el devenir de Roma, más allá de las individualidades de los vencidos. Además, como el entramado de la historia es complejo, polisémico y los hechos, puestos en la perspectiva del mito, admiten diversas lecturas o lecturas simbólicas, el lector se identifica y se reconoce en ellos en tanto romano, sin llegar a implicarse como sujeto histórico. Así, lo contemporáneo, puesto como trasfondo del mito y de la historia le permiten superar el problema de orden moral: en lugar de escribir un panegírico a Augusto, compone una gesta romana, una respuesta programática.
En cuanto a la cuestión artística, la denominada “rivalidad” con Homero, característica de los poetas augústeos, abre la puerta para que la misma leyenda perteneciente a la cultura itálica que le permite un redimensionamiento de los temas de actualidad, sesgue el mito griego y abone la verosimilitud de la historia narrada. Por otra parte, la influencia alejandrina se hizo sentir en el logro de un estilo subjetivo que convierte la épica heroica en una épica civilizada.
Dado que la relación del texto romano con los poemas homéricos es una estrategia de escritor que Virgilio pone en relieve, el héroe homérico es pensado en este trabajo no como un trasfondo de la figura de Eneas, sino como un interlocutor. Así, la figura de Eneas será puesta en diálogo con el héroe homérico y se reflexionará en torno a ellos enmarcados en el contexto de producción de la Eneida, por entender que es determinante en la diferente construcción de los héroes.
Para bosquejar ese contexto se recurrirá a una breve exposición de los problemas que enfrentó Virgilio para producir su poema, que, como hemos dicho, son de dos órdenes, moral y artístico. La forma de resolverlos, explica, desde nuestro punto de vista, la construcción del héroe romano.
Un poco de historia
Recordemos que el 02 de septiembre del año 31 a. C., Octavio, con una escuadra comandada por Agrippa, le inflige una derrota importante a la escuadra de Marco Antonio y Cleopatra, frente al promontorio de Actium. La batalla de Accio es un hito que simboliza el fin de las guerras civiles y el inicio del cumplimiento de una esperanza de paz, además de que la fecha fue elegida para marcar el final de la República y el comienzo del Imperio.
La inestabilidad política había comenzado tres décadas antes, con el Primer Triunvirato, una alianza entre Craso, César y Pompeyo, quienes se reparten las provincias conquistadas por Roma. César se libra de los otros dos triunviros y queda como dictador vitalicio hasta el año 44 a. C., momento en que comienza la lucha entre sus sucesores: Marco Antonio, su mano derecha y su hijo adoptivo, su heredero Octavio.
En el año 43 a.C. se conforma el Segundo Triunvirato, integrado por Octavio, Marco Antonio y Lépido. Éste último es una figura menor en el gobierno. Octavio queda en Italia y le concede a Marco Antonio el Oriente. A partir de allí batallas y escaramuzas se convirtieron en una realidad cotidiana para los romanos, que por eso recibieron con beneplácito la concentración del poder en manos de Octavio.
Aunque la batalla de Accio no fue el fin de la guerra, implicó la instauración de un gobierno estable después de mucho tiempo, de allí su trascendencia. Augusto hizo un trabajo de reordenamiento de la vida romana, pervertida durante las guerras civiles, que pensó en coronar buscando un poeta de renombre que cantara las hazañas realizadas y cohesionara a los romanos, profundizando el sentimiento de pertenencia al Imperio comandado por él. Seguramente, el emperador buscaba un epinicio, un himno de victoria, vinculado con el panegírico personal, al estilo de Píndaro, focalizado en el vencedor. Veremos que Virgilio logra eludir este mandato.
Los antecedentes alejandrinos
Los poetas alejandrinos Calímaco y Teócrito son conscientes de que la primitiva polis de Homero es muy diferente de la polis de Pericles y muy diferente también de la sociedad de los Ptolomeos, por lo que la literatura que las cante ha de ser, también diferente.
Los dos poetas fueron directores de la biblioteca de Alejandría y vivieron en un centro importante de irradiación de cultura. Se opusieron a la épica extensa al modo homérico, pero usaron el mito heroico tomando como modelo a Hesíodo y a Eurípides, un iconoclasta creador de héroes demasiado humanos.
Los principales dardos de los poetas Calímaco y Teócrito fueron lanzados contra tres líneas épicas:
1.- Épica antimaquea. El mito era usado al modo homérico. Uno de sus cultores fue Apolonio de Rodas, autor de la Argonáutica, poema épico extenso.
2.- Épica histórica panegírica. Se caracteriza por el mismo estilo de los poemas homéricos, pero en los panegíricos se introduce la historia en el lugar del mito.
3.- Épica histórica regional. Usan tono y estilo homéricos también, pero, en lugar de modernizar lo antiguo arcaízan lo nuevo. Por ejemplo, Alejandro habla como Zeus.
En la búsqueda de nuevos estilos, la escuela de Calímaco y Teócrito sustituyó la épica al modo homérico por una épica breve, dando origen al género Epyllion, que tiene una extensión aproximada de cuatrocientos o quinientos versos.
Básicamente, se distinguen cuatro características fundamentales de la narrativa en hexámetros de Calímaco:
- La modernización del mito, que da lugar a un cierto realismo.
- Un tono irónicamente familiar.
- Subjetivismo muy pronunciado con irrupción del yo poético. Apóstrofe directa al lector.
- Brevedad y asimetría. Se habla de asimetría en los casos en que un personaje desarrolla un monólogo, aislándose del trasfondo mítico, quedando detenido en un momento del pathos. Se sustrae al personaje de su entorno mítico original y se lo hace ingresar, a través del monólogo, al momento helenístico. Este procedimiento desbarata el mito e interrumpe la cadena narrativa, generando una ruptura en la progresión de acciones.
La estrategia virgiliana
El alejandrinismo encuentra terreno propicio en Roma entre los poetas jóvenes. El principal exponente es Catulo. El carmen 64 es un ejemplo de épica breve típica del alejandrinismo.
Los Poetae novi (Helvio, Cinna, Valerio Catón, Catulo y Partenio) se consideraban herederos de los cánones alejandrinos. Quien más influyó en la nueva generación fue Catulo, por su cultivo de una poesía intimista, subjetiva y autobiográfica, Para él, el poeta tiene una responsabilidad moral y una obligación de perfección técnica. Estos mandatos coadyuvaron para que tanto Propercio, como Horacio, como Virgilio, fueran sucesivamente rechazando la tarea que proponía Mecenas en nombre de Augusto. Propercio le responde a Mecenas que él no escribiría narraciones mitológicas. Además, cuando Augusto arrasa Peruggia, lo denuncia en sus Elegías. Por su parte, Horacio le responde que su musa no es una musa épica. Pero, desde el comienzo, el rechazo de Virgilio fue débil.
Partiendo de esos principios direccionadores, era muy difícil que quien se consideraba un buen poeta se decidiera a escribir un poema que justificara las acciones de Octavio. No se trataba de que no pudieran, técnicamente, escribirlo. Los tres poetas podían hacerlo, alcanzando los más altos estándares estéticos. Lo que era un verdadero escollo era la cuestión moral.
Virgilio se decide, finalmente, a asumir la empresa y escribe la Eneida, con un estilo subjetivo, según Brook Otis (1964), una obra integradora de opuestos. La considera remota y contemporánea, heroica y civilizada, homérica y augústea, por el tratamiento dado al presente de la enunciación, la presencia del elemento histórico y de la leyenda, el juego de rivalidad con Homero y la construcción de una estructura simbólica.
Lo contemporáneo aparece en tres sucesos: en la profecía que hace Júpiter a Venus, con respecto a las guerras que sostendrá Eneas en Italia, antes de sentar las bases para la fundación de la ciudad, en la cual se habla del “troyano César”. También se cuela la época en el Libro VI cuando Eneas se reencuentra con Anquises en el mundo de los muertos, el cual le da un panorama de los futuros héroes de Roma. Por último, en el libro VIII, cuando se hace la descripción de las armas de Eneas, aparece la batalla de Accio.
Como dijimos, para la época augústea el poema épico estaba estigmatizado. Los poetas contemporáneos de Virgilio consideraban que el ritmo cronológico lineal no satisfacía, desde el punto de vista compositivo, las características complejas de un buen poema. Pero el planteo histórico le permite a Virgilio solucionar parte del problema moral, al escribir un poema que, al modo de Nevio y de Ennio, fuera descubriendo el proceso histórico y culminara en Accio, alejando la batalla del centro de la acción. Nevio (270-201) es el autor de Bellum Punicum, un poema épico histórico sobre las guerras púnicas. En ese texto aparece la tormenta y el diálogo entre Júpiter y Venus que aparecerán en el libro I de la Eneida. En cuanto a Ennio es el autor de los Annales, que pretende relatar la historia de Roma año a año a partir del momento de la fundación legendaria. En los Annales, Eneas parte de Troya y llega al Lacio.
Ya hemos adelantado que en la época augústea se había reemplazado el trabajo de la épica extensa por la épica corta, es decir el Epyllion inventado por los alejandrinos. Pero en el tiempo de Virgilio, también el Epyllion estaba estigmatizado. Se consideraba frívolo, erudito, frío, sin vuelo poético. Esa es, probablemente, la razón por la que Virgilio recurrió a la leyenda. Existía una leyenda con una larga tradición en Italia que relataba la huida de Eneas luego de la destrucción de Troya y su llegada al Lacio. También había figuras de Terracota de los siglos VI y V a. C. encontradas en Roma, que muestran a Eneas llevando sobre sus hombros a Anquises, tal como Virgilio lo describe en la noche del saqueo de Troya. También hay ánforas etruscas que muestran las mismas escenas. Ya los historiadores helenísticos habían vinculado la caída de Troya con la fundación de Roma. Era un intento de vincular el mito griego con el romano, darle a Roma el estatus para que entrara en el mito y la historia. A mediados del Siglo I a. C. una generación anterior a la de Virgilio, Lucrecio había comenzado su poema De rerum Natura con la mención a los hijos de Eneas, lo que muestra que la leyenda ya era parte de la Literatura. Virgilio utiliza la leyenda a partir del esquema histórico de Nevio y de Ennio, es decir, funcionando como un elemento fundamental de la forma del poema épico.
En relación con la epopeya homérica, se debe tener en cuenta que ésta se propagaba en forma oral, de allí sus repeticiones, epítetos fijos, largas descripciones, yuxtaposición de oraciones, estructura lineal; mientras que el texto virgiliano presupone una lectura, lo que implica una composición diferente. No obstante, desde los primeros siete hexámetros se define la Eneida como un poema de corte homérico: Odisea e Ilíada. El cuarto verso es un verso control que separa el tema de arma, combate, del de virum, hombre. Arma virumque marca en quiasmo, entrecruzamiento, la estructura del poema. Primero se habla de los combates y después del hombre. En quiasmo con la estructura de Homero y en paralelismo con la cronología. Cuando Nevio y Ennio recurrían a Homero, lo hacían en algunos fragmentos, clichés, etc., pero siempre tratando de demostrar que eran originales, en cambio Virgilio sacrifica su independencia voluntariamente, quiere que el lector esté permanentemente recordando a Homero. No obstante, por el estilo subjetivo de Virgilio, por la introducción de las leyendas itálicas y, en general, por las respuestas literarias a los condicionamientos a los que se vio sometido el poeta, encontraremos diferencias entre los poemas, que más adelante veremos.
La estructura del texto es simbólica porque es polisémica, admite diferentes abordajes e interpretaciones. A diferencia de los poemas homéricos que están hablando de un pasado próximo, que no contraría las creencias de sus contemporáneos, en la Eneida lo fabuloso podría ser inverosímil si no fuera presentado para una lectura de carácter simbólico, destinada a lectores expertos en desentrañar significados adicionales. Así ocurre con la estrategia del poeta de introducir lo actual como profecía para que sea percibido como un futuro o la de dar señales que deben ser leídas más allá de lo literal, por ejemplo la imprecación final de Dido a Eneas que prefigura las guerras con Cartago, del mismo modo que el vengador de Dido prefigura la imagen de Aníbal. Asimismo pasa cuando Eneas va a buscar refuerzos, porque el recorrido que hace con Evandro es el mismo del emplazamiento futuro de Roma.
La figura de Eneas
Ya lo hemos dicho, Virgilio crea una progresión narrativa diferente de la de Homero, que se sostiene por la historia en sí misma, en cuanto continuidad psicológica y estructura simbólica.
Logra una narrativa psicológicamente continua con la recurrencia a componentes empatéticos -el narrador se introduce en el personaje y narra a partir de sus sentimientos- y simpatéticos -el narrador se involucra, comparte con, siente con el personaje y hace que el lector comparta los sentimientos del personaje también. Un ejemplo es el que aparece en Eneida, V, 315-42, donde se relata la competencia de Niso y Euríalo, en el marco de la celebración de los juegos fúnebres en honor de Anquises, en relación con la competencia de Áyax y Odiseo en Ilíada XXIII, 287, 536. En ésta, la acción está centralizada en la carrera, mientras que en Eneida, la carrera se desdibuja por un tratamiento subjetivo en el que se advierte la influencia alejandrina. Además, hay una pluralidad de actantes en Virgilio, que no hay en Homero, y una categorización descendente jerarquizada. En la presentación, Niso se destaca por el afecto prodigado a Euríalo, adolescente de gran belleza. Cuando comienza la carrera y resbala Niso, se le endilga un epíteto empatético, Niso infelix, descriptivo de sus sentimientos, lo que no impide que se atraviese a Salio para favorecer a Euríalo. El cierre es una muestra clara de sentimientos simpatéticos: el favor prodigado a Euríalo está formulado por el propio narrador que irrumpe en el relato, justificando la trampa del joven.
La creación de una estructura simbólica, compleja, polisémica, dinamizadora de sentidos, se sustenta en el juego entre lo contemporáneo, la historia, el mito, la leyenda latina y la rivalidad con Homero, con la que logra atraer al lector contemporáneo por un mecanismo de identificación y simultáneamente proyectarlo al marco de la Historia y hacia la intemporalidad del mito. No se trata de la destrucción de la distancia épica, sino de la creación de una épica urbana.
Este estilo particular es lo que hace que, aunque Virgilio se ciña a Homero, sea diferente y lo sea tanto que ya no son las musas las que otorgan la voz al poeta. En Eneida aparece la primera persona y la tradicional invocación a las musas es relegada al verso octavo: Musa, mitri causas memoria: Musa, recuérdame las causas. Usa “recuérdame” no “canta” como Homero.
Sin embargo, es innegable ver el paralelismo con los poemas homéricos, evidente en la tormenta en el libro primero, el descenso al mundo de los muertos en el libro sexto, la descripción de las armas de Eneas en el libro octavo, los combates individuales del libro duodécimo entre Turno y Eneas, que evocan el combate entre Aquiles y Héctor del libro vigésimo tercero y el de Agamenón y Paris en el libro tercero de Ilíada.
En el texto homérico, Eneas es presentado en el Canto II, 819 como caudillo de los dardanios, valeroso hijo de Anquises y de Afrodita. En el Canto V, 166, ya aparece como un líder, exaltando a Pándaro para atacar a Diomedes; luego es un intrépido guerrero en el campo de batalla, prudente también, al dejar que Néstor y Antíloco retiren los cadáveres de sus compatriotas. Se muestra como un amigo virtuoso, al defender el cadáver de Pándaro cual león. Tanto es amado por los dioses, que su madre, Afrodita, llega a exponerse a ser herida por protegerlo. Reaparece en el canto VI, 77, cuando el augur Heleno Priámida les pide que intervengan, él y Héctor, en la organización de la tropa, por la compartida excelencia en la oratoria y en el combate. En el Canto VIII, 102, recibe apenas una mención del hijo de Tideo, quien ayuda a Néstor y pondera los caballos sustraídos a Eneas, los que volverán a mencionarse en el Canto XXIII. Algo similar ocurre en el Canto IX, 56, donde se dice de él que es honrado como un dios por el pueblo troyano, y en el XII, 88 en el que se narra que está al mando del cuarto batallón.
En el Canto XIII, 455- 540 vuelve a ser el guerrero, primero resentido con Príamo porque no lo valoraba como se merecía, luego conmovido ante la muerte de su cuñado Alcátoo, después, líder de líderes y valeroso como pocos en el combate cuerpo a cuerpo. En el siguiente canto muestra su lealtad rodeando a Héctor, protegiéndolo cuando estaba caído y llevándolo a la ciudad. En el Canto XV da muerte a Medonte y a Yaso y en el XVI, 527 es exhortado él y Héctor por Glauco para que no claudiquen y, más tarde, en plena batalla, después de fracasar en su intento de herir a Meriones, dialoga con él, pone en palabras lo que no pudo hacer con la lanza. En el Canto que sigue, Apolo instiga a Eneas, tomando la figura del heraldo Perifante Epítida, para que no retroceda y enfrente a los griegos que buscaban el cadáver de Patroclo. Aunque tuvo temor en el enfrentamiento, Eneas persiguió a los aqueos que huyeron aterrorizados.
Es en el Canto XX, 75, cuando, nuevamente, interviene Apolo instigando a Eneas para que supere su temor y enfrente a Aquiles, donde se anuncia el destino fundador del héroe troyano. Una vez que los héroes estuvieron frente a frente y luego del habitual intercambio de palabras que precede a la lucha, Eneas clava su lanza en el escudo del griego, el cual no pudo atravesar porque era artificio divino. Por su parte, la lanza del Pelida dio en el borde del escudo del troyano. En el momento en que Aquiles está por arremeter con su espada a un enemigo que sólo tiene una piedra, Poseidón se conduele de Eneas:
. (…) Poseidón, que sacude la tierra, el cual dijo entre los dioses inmortales:
293 —¡Oh dioses! Me causa pesar el magnánimo Eneas, que pronto, sucumbiendo a manos del Pelida, descenderá al Hades por haber obedecido las palabras del flechador Apolo. ¡Insensato! El dios no le librará de la triste muerte. Mas ¿por qué ha de padecer, sin ser culpable, las penas que otros merecen, habiendo ofrecido siempre gratos presentes a los dioses que habitan el anchuroso cielo? Ea, librémosle de la muerte, no sea que Zeus se enoje si Aquileo lo mata, pues el destino quiere que se salve a fin de que no perezca ni se extinga el linaje de Dárdano, que fue amado por el Cronión con preferencia a los demás hijos que tuvo de mujeres mortales. Ya Jove aborrece a los descendientes de Príamo, pero el fuerte Eneas reinará sobre los troyanos, y luego los hijos de sus hijos que sucesivamente nazcan.
309 Respondióle Hera veneranda, la de los grandes ojos:
—¡Poseidón! Resuelve tú mismo si has de salvar a Eneas o permitir que, no obstante su valor, sea muerto por el Pelida Aquileo. Pues así Palas Atenea como yo hemos jurado repetidas veces ante los inmortales todos que jamás libraríamos a los teucros del día funesto, aunque Troya entera fuese pasto de las voraces llamas por haberla incendiado los belicosos aqueos.
318 Cuando Poseidón, que sacude la tierra, oyó estas palabras fuese, y andando por la liza, entre el estruendo de las lanzas, llegó adonde estaban Eneas y el ilustre Aquileo. Al, momento cubrió de niebla los ojos del Pelida Aquileo, arrancó del escudo del magnánimo Eneas la lanza de fresno con punta de bronce, que depositó a los pies de aquél, y arrebató al teucro alzándolo de la tierra. Eneas, sostenido por la mano del dios, pasó por cima de muchas filas de héroes y caballos hasta llegar al otro extremo del impetuoso combate, donde los caucones se armaban para pelear. Y entonces Poseidón, que sacude la tierra, se le presentó, y le dijo estas aladas palabras:
332 —¡Eneas! ¿Cuál de los dioses te ha ordenado que cometieras la locura de luchar cuerpo a cuerpo con el animoso Pelida, que es más fuerte que tú y más caro a los inmortales? Retírate cuantas veces lo encuentres, no sea que te haga descender a la morada de Hades antes de lo dispuesto por el hado. Mas cuando Aquileo haya muerto, por haberse cumplido su destino, pelea confiadamente entre los combatientes delanteros, que no te matará ningún otro aquivo.
340 Tales fueron sus palabras. Dejó a Eneas allí, después que le hubo amonestado, y apartó la obscura niebla de los ojos de Aquileo. Este volvió a ver con claridad, y, gimiendo, a su magnánimo espíritu le decía:
344 —¡Oh dioses! Grande es el prodigio que a mi vista se ofrece:
Esta lanza yace en el suelo y no veo al varón contra quien la arrojé, con intención de matarle. Ciertamente a Eneas le aman los inmortales dioses; ¡y yo creía que se jactaba de ello vanamente! Váyase, pues, que no tendrá ánimo para medir de nuevo sus fuerzas conmigo quien ahora huyó gustoso de la muerte. Exhortaré a los belicosos dánaos y probaré el valor de los demás enemigos, saliéndoles al encuentro. (Ilíada, 291 y siguientes)
Hemos visto que la figura de Eneas tiene su inicio en el texto homérico, el cual le marca, incluso, su destino. Sin embargo, el Eneas de Virgilio es diferente del héroe homérico, y lo es, en primer lugar, porque toma al héroe donde lo dejó Homero, por lo que debe inventarlo en el nuevo tramo y, en segundo lugar, porque las exigencias morales y artísticas que condicionaban al poeta lo constreñían a crear en un estilo subjetivo una épica civilizada, centrada en un héroe con capacidad de mostrarse como artífice del mundo romano.
Recordemos que la acción de la Ilíada se focaliza en torno a la cólera de Aquiles y que los principales actantes, comparten, en diferente grado, similares características: iracundia, soberbia, terquedad, intransigencia, desmesura. La Odisea, por su parte, se centra en un personaje que en la Ilíada contrapesa la figura de Aquiles con la prudencia: la virtud del guerrero deja paso a la virtud del viajero que regresa a su patria.
En el caso de Eneas, su virtus, su areté, su excelencia humana es la del héroe fundante que cumple con el mandato que le da su padre Anquises cuando lo reencuentra en el mundo de los muertos en el Libro VI:
Estaba entonces el padre Anquises examinando con vivo afán unas almas encerradas en el fondo de un frondoso valle; almas destinadas a ir a la tierra, en las cuales reconocía todo el futuro linaje de sus descendientes, su posteridad amada y veía sus hados, sus varias fortunas, sus hechos, sus proezas. (…).
Escúchame, prosiguió, pues voy ahora a decirte la gloria que aguarda en lo futuro a la prole de Dárdano, qué descendientes vamos a tener en Italia, almas ilustres que perpetuarán nuestro nombre; voy a revelarte tus hados. (…)
Otros, en verdad, labrarán con más primor el animado bronce, sacarán del mármol vivas figuras, defenderán mejor las causas, medirán con el compás el curso del cielo y anunciarán la salida de los astros; tú ¡Oh Romano! Atiende a gobernar los pueblos; ésas serán tus artes y también imponer condiciones de paz, perdonar a los vencidos, derribar a los soberbios. (Eneida, 851 y siguientes.)
El mandato a Eneas es reforzado por el más respetable guerrero troyano. La sombra de Héctor lo conmina a huir la noche del saqueo de la ciudad. Eneas debe salvarse porque Troya le confía sus númenes y penates. Su misión es partir con los sobrevivientes a fundar, nuevamente, la patria.
Como héroe instaurador de un nuevo tipo de vida, debe someterse a un proceso de conversión, desprendiéndose paulatinamente de las características del héroe homérico, para asumir las de un héroe fundante primero, y las de un gobernante, después.
En este proceso, Eneas es Odiseo porque ambos tienen en miras la patria, aunque el héroe homérico vuelva al hogar, mientras que Eneas, debe erigir el suyo. También es Paris, despertando el amor de Lavinia y es Menelao, su legítimo esposo. Asimismo es Héctor en su coraje y al final de la Eneida es Aquiles, el héroe que se deja arrastrar por el impulso heroico, el guerrero impetuoso que asedia la ciudad enemiga, el varón ilustre que en manos de la ira hunde su lanza en el pecho de Turno.
En efecto, en el abrupto final de la Eneida, cuando se enfrentan en combate singular Eneas y Turno, vemos que el destino trazado sufre un revés. La obra finaliza con un acto de venganza del héroe romano, producida por la cólera de ver a Turno con el infausto talabarte del mancebo Palante. En última instancia, se trata de una clara señal indicadora de que el héroe no cumple acabadamente el mandato, de que la conversión de héroe homérico a héroe fundante es imperfecta, porque sucumbe y se deja arrastrar por un impulso de furor, el impulso heroico.
Hemos dicho que la adscripción de Virgilio a la épica homérica es una estrategia de escritor que le permite posicionarse en tanto poeta y dar respuesta a la demanda de Octavio.
Aunque le da sustento al régimen recreando el pasado, mostrando el presente como coronación de un pasado glorioso iniciado en las mismas gestas homéricas, consigue eludir el panegírico personal al poner los hechos históricos contemporáneos en perspectiva mítica. Además, la revitalización de las leyendas vernáculas y la puesta del presente como trasfondo o factualidad inscribe la epopeya en una “romanidad” reconocible por todos los destinatarios contemporáneos, vencedores y vencidos.
La figura de Eneas se constituye en diálogo constante con el héroe homérico, por eso vimos que, en varios momentos de la narración, podemos reconocer en él las características típicas de los héroes griegos: iracundia, soberbia, terquedad, intransigencia, desmesura. No obstante, Su figura se complejiza porque ya no estamos en presencia del héroe guerrero de la épica heroica. El héroe de Virgilio es, con matices, un arquitecto de la civilización romana, que responde al impulso del héroe fundante de la épica civilizada.
BIBLIOGRAFÍA
Básica:
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