Pensando en los clásicos: la Epístola a los Pisones
Tal vez no haga falta hablar de la vigencia de Horacio, ni recordar que los referentes iniciales de los estudios literarios son la Poética de Aristóteles y la Epístola a los Pisones de Horacio. Los dos textos se sitúan en el podio de los clásicos, aunque en el primero, un filósofo realiza una reflexión sistemática sobre la poesía y en el otro, un poeta da cuenta de su propia actividad, por lo que en ella “el elemento de espontaneidad estético-poético es indiscutiblemente importante, si no básico” (García Berrio, 1977:39).
En este escrito realizaremos una aproximación a la Epístola a los Pisones. Comenzaremos por revisar las características del género epistolar, en tanto la relación entre los interlocutores tensiona toda la obra, y luego abordaremos el texto propiamente dicho, desde tres categorías, el arte en general, el crítico y el buen escribir.
La Epístola a los Pisones, es un tratado de metodología literaria que asume la estructura de una carta. El género en el que el autor inscribe su texto, en cuanto sistema de convenciones de estructura, estilo, temas, etc. es factor condicionante de la exposición y es, también, elemento unificador del horizonte de expectativas de los lectores. Los consejos de Horacio a los Pisones “están dados desde una estructura fundamentalmente artística y con una clara voluntad dialogística, lo que explica por qué abundan en la Epístola las digresiones, las reiteraciones, el desorden en los asuntos abordados, la desproporción en cuanto a la extensión de sus partes, etc. “(Viñas Piquer, 2002:90).
En su texto, Horacio aborda aspectos generales del arte, que incluyen reflexiones sobre la relación entre pintura y poesía, los géneros literarios, la coherencia interna o principio de congruencia, el postulado de verosimilitud y la ampliación del concepto de mimesis, en cuanto agrega al concepto aristotélico de imitación de las acciones humanas y de la naturaleza, el de imitación de la propia literatura.
Además, da consejos para una crítica sana. Reflexiona sobre el quehacer del crítico, valorándolo como un acto de protección del escritor, ya que al corregir su obra lo protege de posteriores agravios.
Por último, da consejos para el buen escribir. Destaca la selección adecuada de los temas, el respeto por las tradiciones, la verosimilitud, la prudencia y brevedad, el equilibrio, el esmero en la elocución, a los clásicos como referentes, el respeto por las normas de género, el decoro, la modestia y la crítica de la obra.
Hijo de un esclavo liberto, cuya preocupación por la educación de su hijo es reconocida, Quinto Horacio Flaco nace en Venusia, en el año 65 a. de C. Su vida fue breve, fallece en el año 8 a. de C.
Participa como tribuno militar en la batalla de Filipos en el año 42 a. de C., en la que el ejército republicano del cual era parte, en guerra con los triunviros Marco Antonio y Octavio, es derrotado. Por ello, sólo puede volver a Roma luego de que Octavio decretara la amnistía general a sus adversarios, ya fallecido su padre y confiscados sus bienes.
Aunque de sus estudios se destacan los de gramática, realizados en Roma en la escuela de Orbilio y los de filosofía en Atenas, en la Academia de Teomnesto, donde incursiona en el epicureísmo, en Roma consigue un trabajo administrativo menor, como cuestor. Pronto, sin embargo, sus aptitudes artísticas le abren las puertas de los más altos círculos literarios romanos, codeándose con Virgilio y Lucio Vario Rafo, quienes le presentan al consejero del emperador, Cayo Mecenas, su mentor y protector, que le regala una finca en las montañas sabinas, lo que le permite al poeta la tranquilidad necesaria para producir su obra.
Ésta se compone de épodos, sátiras, odas y epístolas. Los épodos –diecisiete poemas que siguen el estilo lírico griego creado por el poeta Arquíloco – tratan temas políticos: la guerra civil y los abusos sociales. Las dieciocho sátiras –dos libros que emulan a Lucilio- examinan cuestiones morales: ambición, excesos, codicia. Por su parte, las Odas –tres libros (más adelante publicará un cuarto) que muestran las lecturas de Anacreonte, Alceo, Safo, Píndaro, abordan diversos temas: el patriotismo, la amistad, el vino, el amor, los placeres. Por su parte, las epístolas se componen de dos textos. El Libro I, publicado en el año 20 a. de C., contiene veinte cartas, en las que expone, entre otras cuestiones, su doctrina del “punto medio” El Libro II, dedicado a temas literarios, incluye su obra más conocida, la “Epístola a los Pisones”, que puede dividirse en tres partes. En la primera, el poeta da indicaciones generales sobre poesía; en la segunda, da consejos técnicos para el buen escribir y en la tercera trata de los críticos, de su situación y su moral.
El género epistolar
Debido a la flexibilidad de formas, a la variedad de temas y a la multiplicidad de funciones que puede tener una carta, es difícil caracterizarla. No obstante ello, la presencia constante de ciertos componentes, más allá de la forma, la función o el tema tratado, permiten hablar de un género epistolar, el cual se relaciona, por una parte, con el escritor, es decir, con un modo de producción, pero, también, con el lector o con un modo de recepción del texto. Entendemos que los patrones genéricos “instituyen, en su recurrencia histórica, condiciones de previsibilidad en distintas áreas de producción e intercambio cultural” (Steimberg, 2002).
Mijaíl Bajtín (2002) sostuvo que los diferentes ámbitos sociales se identifican por usos particulares del lenguaje, tipos relativamente estables de enunciados, los denominados “géneros discursivos”, que se caracterizan por sus contenidos, estilo, composición y estructura. Estos pueden ser primarios, fruto de una comunicación directa o secundarios, discursos complejos, estables, que transforman a aquéllos y los alejan de la realidad, con la cual se relacionan mediados por el género secundario que los absorbe y reelabora. Se trata de formas discursivas estables de la cultura que acogen, preservan e integran las tradiciones culturales. Estos modos de comunicación constituyen un anclaje de lectura, un “horizonte de expectativas” según el decir de Jauss, es decir unos principios y reglas orientadores de la recepción textual y un “modelo de escritura” para el creador (Todorov, 2004).
Por su parte, Daniel Link plantea que gran parte de la cultura del siglo XX “se reconoce como producida en relación con modelos genéricos más o menos estables y más o menos hegemónicos. En ese sentido, los géneros funcionan como un sistema de orientaciones, expectativas y convenciones que circulan entre la industria, el texto y el sujeto” (2003: 94).
Asimismo, Jesús Martín – Barbero, afirma que “un género no es algo que le pase al texto, sino algo que pasa por el texto, pues es menos cuestión de estructura y combinatorias que de competencia (…) es ante todo una estrategia de comunicabilidad, y es como marcas de esa comunicabilidad que un género se hace presente y analizable en el texto” (1991: 241). Desde esta perspectiva, son las reglas de los géneros las que básicamente configuran los formatos y la superficie donde se articula el reconocimiento cultural de los grupos y en donde se acumula un reservorio de sentido dispuesto para ser reconocido por la comunidad.
Podemos aproximarnos al género epistolar recurriendo a las nociones de superestructura y macroestructura. Efectivamente, vemos en la carta un modo de organización particular que se caracteriza por un marco formulario de saludo y despedida, la inclusión expresa de los interlocutores mediante un nombre o rótulo representativo, puestos en una determinada circunstancia que hace necesaria la contextualización mediante datos de tiempo y lugar, lo que resulta en una silueta típica.
Desde la teoría de las funciones del lenguaje propuesta por Roman Jakobson, tenemos que adscribir el tipo a la función expresiva del lenguaje, porque el acento está puesto en el emisor del texto. En efecto, y teniendo en miras las teorías de la enunciación, la base genérica de la carta está constituida por una fuerte inscripción, generalmente explícita, de los participantes del acto de comunicación, responsable de la unidad textual. El autor inscribe su individualidad o una imagen de ésta, en tanto voz enunciadora, recurriendo a las marcas asiduas de su presencia, en juego o tensión con el destinatario. En la Epístola, la presencia de los vocativos dirigidos a los Pisones muestra la constitución genérica:. «… Nobles, Pisones…» «¡Oh ilustre Pisón y vosotros, hijos dignos de tal padre…» «Caro, Pisón …» A lo anterior se suma, como factor relativamente estable del texto, la expresa aclaración de las circunstancias de tiempo y lugar de la enunciación.
En cuanto a los temas, la carta admite los más variados, desde un saludo hasta una reflexión filosófica. Según el contenido, el fin perseguido y el destinatario, las cartas se clasifican en privadas, que tienen un tono íntimo, suelen recurrir a un lenguaje coloquial y pueden tener un objetivo de brindar información al destinatario o de expresarle cuestiones personales o de consolación, y en públicas, en cuyo caso el contenido -que condiciona la forma y da nombre al tipo de carta- no tiene el carácter secreto de la carta íntima, el lenguaje usado es cuidado, ya que el fin perseguido es, precisamente, hacerlo público; además, el destinatario no es uno solo y específico, aunque un nombre concreto enmascare esta situación, como ocurre con las epístolas poéticas –la “Epístola a los Pisones” entra en esta categoría- las cartas abiertas o las cartas doctrinales o científicas, que responden a fines de exposición de conceptos o propagación de ideas y valores por lo que su discurso se aproxima a la oratoria, el ensayo o la exposición.
La Epístola a los Pisones
Es conocido que el cónsul Neo Cornelio Pisón le envió a Horacio los poemas de uno de sus hijos, para que los criticase. En lugar de ello, el poeta escribe la “Epístola a los Pisones”, un tratado de metodología literaria.
Como ya dijimos, por los temas abordados, el texto puede dividirse en tres partes, aunque ciertos contenidos participan de más de una:
a) Reflexiones generales sobre el arte.
b) Consejos para una crítica sana: la situación del crítico y su moral.
c) Consejos para el buen escribir.
Reflexiones generales sobre el arte
- Principio de congruencia.
Tanto pintores como poetas deben prestar atención al principio de congruencia que implica unidad, homogeneidad y uniformidad: las partes de un escrito deben estar convenientemente ensambladas, en proporción y armonía, para formar un todo coherente y bien constituido. Ilustra el principio con el símil de un pintor que contraría el orden natural pintando figuras monstruosas. Es decir, este principio se apoya en el postulado de verosimilitud, el cual a su vez se relaciona con el de mímesis. Asimismo, es el todo, el conjunto el que ha de ser armonioso y bello, no alcanza con la belleza de una sola parte.
- Ampliación del concepto de mimesis.
Horacio está convencido de que en las grandes obras de los clásicos griegos se encuentran las claves para hacer arte de calidad. Ello lo lleva a proponer una ampliación del concepto de mimesis. Por un lado, adhiere al concepto aristotélico como la imitación de las acciones humanas y de la naturaleza, pero le abre otro cauce cuando plantea una imitación de la literatura misma, al aconsejar dar vueltas y vueltas a los textos clásicos para aprender de ellos. “Esta segunda concepción de la mímesis –que no había sido desarrollada en las poéticas griegas y que de hecho remite a la importancia de la tradición en la creación literaria- queda recogida en el principio de la retractatio (…) en general, se veía en la práctica imitativa una garantía de recopilación de lo mejor y no se creía incompatible con la originalidad” (Viñas Piquer, 2002:93).
- Búsqueda de equilibrio.
Las dualidades que organizan sobre todo la última parte del texto horaciano son principios generales del arte y también consejos para componer. Concretamente, hablamos del examen de la causa eficiente u origen del arte, Ars/ingenium, en cuanto a si es inspiración natural o ingenio o trabajo consciente del poeta. Con Prodesse/delectare se hace referencia a la causa final del arte, si es el placer o enseñanza, y con Res/verba se examina qué es más importante en la poesía, si el contenido o la forma. Las tres dualidades son resueltas por el poeta en el consejo de mesura y equilibrio, la búsqueda del punto medio.
Consejos para una crítica sana
- El crítico debe ser objetivo en sus apreciaciones, cuidarse de la adulación a quien lo ha favorecido y de la lisonja malintencionada.
- No debe dejarse arrastrar por el temor a ofender, ya que con su trabajo protege al escritor, evitando que sea objeto posterior de burlas y agravios.
- Debe corregir el error, limpiar lo superfluo, aclarar el concepto oscuro, desambiguar lo equívoco, advertir lo que debe ser cambiado.
Consejos sobre el buen escribir
- Cinco criterios deben ser directrices de la escritura: el primero es de prudencia y brevedad, el segundo es el de la verosimilitud, el tercero, de selección adecuada de los temas, el cuarto, el de entender como causa fin del arte enseñar deleitando y, por último, el de oportunidad (pertinencia) de su tratamiento.
- Búsqueda de equilibrio: el verso no debe ser tan breve que sea oscuro; contenido y forma son importantes: no se debe estilizar tanto el lenguaje porque el verso puede perder el alma; no debe ocurrirle al poeta como al marinero que navega con tanto recelo que finalmente naufraga. El estilo no debe ser ampuloso: si el asunto es sencillo, no se lo puede trocar en maravilloso.
- El poeta debe esmerarse en la elocución: atender al orden de las palabras, al ornato, a la elegancia. Podrá usar neologismos para expresar nuevos conceptos, respetando las reglas del sistema.
- Ingenio, sentimiento y estudio se amalgaman en la producción de un buen poema. Si se tiene talento, se deben elegir temas proporcionados a éste y debe abordarse el tema elegido y sólo ése, evitando las digresiones. No es permitida la mediocridad entre los poetas, ya que los aportes de la poesía a la cultura son enormes.
- El escritor deberá informarse, sobre todo si va a hablar del pasado, respetando el saber tradicional. Las fuentes de conocimiento son la naturaleza, los clásicos griegos y las costumbres y vida de los hombres.
- Aunque puedan inventarse situaciones y personajes, suele ser más glorioso imitar a los clásicos, o tratar un asunto trillado desde una nueva óptica. Puede el orden artístico romper con el orden natural (comienzo in medias res).
- Cada género tiene sus peculiaridades, su tipo de verso, su lenguaje, sus fines propios y no deben confundirse.
- Conviene guardar el decoro: no se debe mostrar todo en escena, porque hechos que repugnan al buen sentido son recibidos como inverosímiles, tampoco confundir los estilos propios de la tragedia y la comedia
- Así como no deben mezclarse los estilos, tampoco deberá confundirse el lenguaje, el que deberá ser adecuado al personaje, de acuerdo con su procedencia, sus conocimientos, su fortuna, su estado, su edad , temperamento y género de vida.
- El poeta debe ser modesto. No conviene prometer mucho al inicio, si no parecerá poco lo hecho.
- .El texto teatral debe tener cinco actos; es decir, agrega a los tres propuestos por Aristóteles (introducción, nudo y desenlace) otros dos intermedios. Aunque haya varios actores en el escenario, conviene que sólo tres tengan voz y si habla un cuarto, lo hará en aparte.
- Debe evitarse el recurso de de deus ex machina.
- El coro debe tener una función moral y didáctica, le compete describir lo útil y prever el futuro.
- El escritor debe actuar con buen juicio y sabiduría; los modelos que deben seguirse son los griegos.
- La escritura es un proceso que implica reescritura del texto, el escritor no debe publicar inmediatamente lo escrito, debe conservarlo en secreto para que al volver a leerlo en otra situación anímica pueda realizarse una adecuada autocrítica.
En el texto podemos ver que Horacio suma a la respuesta específica a los Pisones y a la “defensa” de su labor como crítico que la complementa, importantes reflexiones sobre el arte, que se relacionan con un “clima” de época.
El contexto de escritura de la teoría literaria romana en tiempos de Horacio se caracterizaba por una lucha y luego el logro de una síntesis entre poética y retórica (Viñas Piquer, 2002:91). Mientras se “retoriza la poética” -en cuanto los poetas dan más importancia al estilo, al ornato, que al contenido, con lo cual el ideal poético ya no pasa por la belleza de una historia sino por un discurso bien escrito- se produce una “poetización de la retórica” porque al no haber democracia, la finalidad de persuasión del discurso retórico pierde sustento y éste se refugia concentrándose en la elocutio, concretamente en el ornatus, acercándose así al ideal poético.
Horacio recoge esas inquietudes en su Epistola y resuelve las principales dicotomías objeto de reflexión: Ars/ingenium, Prodesse/delectare y Res/verba en el consejo de mesura y equilibrio, la búsqueda del punto medio.
Por último, debe recordarse que ésta es la única poética romana que se conserva completa, y la enorme influencia ejercida por Horacio, sobre todo en los períodos renacentista y neoclásico, no porque se trate de un texto original, ya que se integra con una compilación de los principales tópicos de la antigüedad relativos al tema, sino porque sintetiza y divulga “opiniones tradicionales y muy habituales en las gramáticas y retóricas de su época” (Viñas Piquer, 2002:91). En la actualidad, más que un texto de consulta es un texto de conocimiento previo, basamento indiscutible de cualquier estudio literario.
BIBLIOGRAFÍA
Básica
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