“Cómo un león”, un relato del autor argentino Haroldo Conti, forzado a desaparecer en tiempos de la última dictadura militar en Argentina, es un texto que, desde el punto de vista de la anécdota, trata de la vida de un joven –un niño, en realidad- que vive en una villa de Buenos Aires.

En el presente escrito haré una lectura de ese texto pensando en los conceptos de hegemonía, núcleo de buen sentido, estado ampliado, consenso y dominación, planteados por Gramsci. Mi interés se centra en ir develando los significados implícitos en la visión del protagonista, en la medida en que los mismos son conservadores y reproductores de su posición de subordinación, al aceptar como dadas y naturales  la injusticia y la desigualdad, percibiendo procesos culturales particulares y concretos como universales y eternos, incorporados, en la práctica, como incuestionables y de responsabilidad individual, pero que conviven, a su vez, con fuerzas contrahegemónicas.

 

“Agacho la cabeza y me pego a las casillas porque me revienta que me vean con el guardapolvo y la cartera como un nene de mamá”.

“La pobre vieja entretanto se rompe el lomo limpiando casas por hora. Eso me envenena las tripas porque mientras ella deja el alma, yo estoy en la escuela calentando un banco”.

 

Uno de los temas centrales que estructuran el relato es el de la educación: desde que empieza su día escuchando “la sirena de la Ítalo”, mientras piensa en su hermano al que los policías “molieron a palos” y en su padre, también fallecido,  que era un “vago” que “amaba las locomotoras” y que -aunque sea una figura borrosa-  se yergue como un referente en el medio de la miseria cotidiana, el chico sabe que debe ir a la escuela, a esa escuela que teme:

“Apenas la veo se me hace un nudo en la barriga”

 

La “legalidad” imperante en la sociedad se le impone en la figura de sus muertos, en la tristeza infinita de su madre y aún desde sí mismo.

Esperó a que me soplara los mocos y entonces me hizo prometer que iba a terminar la escuela así tardase mil años”

 

El mundo en el que vive el protagonista es un mundo capitalista, es nuestro mundo, que se ha construido y se sustenta en los principios de competencia, de acumulación y de eficiencia: el menor costo posible para el logro del mejor resultado. Por ello, la lucha por el poder y el control que facilite la apropiación de la mayor cantidad de recursos posibles –la adquisición de “seguridad” en la dominación- es el eje constituyente del sistema, que condiciona los modos de relacionarnos y, en última instancia, “cristaliza” en la estructura social y funciona como espejo en el cual mirarnos y constituirnos.

 “Trato de aprender lo que puedo pero la mayor parte del tiempo la cabeza se me vuela como un pájaro. La vida zumba y se sacude ahí afuera y yo estoy metido aquí dentro esperando el día que salga y salte sobre ella como mi hermano, es decir, como un león.”  (…) La maestra golpea con el puntero en el pizarrón y vuelvo a la jaula. Pero al rato estoy pensando en otra cosa. Cuando llega el verano me parece que voy a estallar

 

Como dijimos al comienzo, aunque predomine la visión del sector hegemónico, existen en la sociedad otras fuerzas que se resisten. Lito, el protagonista de “Como un león” no es un “consumidor pasivo” de la visión de mundo de la clase dominante. Concurre a la escuela, pero una especie de hartazgo o de odio se filtra en su visión de mundo.

“Después me pongo el maldito guardapolvo, meto otro pedazo de galleta en la maldita cartera y me largo para la maldita escuela”.

 

La necesidad de conseguir generalizar los valores de la cultura dominante es vital para el mantenimiento del sistema. Por eso, los sectores dominantes, para mantener la hegemonía, buscan neutralizar los intentos contrahegemónicos y deben conseguir adeptos que sustenten y “ejecuten” la cosmovisión imperante.

Esta suerte de domesticación que “garantiza” el consenso, al constreñir a la mayoría a ver el orden dado como inmutable e incuestionable, se consigue de diversos modos, aunque  dos son  los principales aparatos ideológicos por los que circula y se impone la cosmovisión hegemónica: los medios de comunicación y la escuela.

“El primero o segundo día puso su manita sonrosada sobre mi cabeza de estopa y dijo que haría de mí un hombre de bien. Parecía estar convencida y a la vieja se le saltaron las lágrimas. Al mes ya no estaba tan convencida y a la vieja se le volvieron a saltar las lágrimas, claro que por otro motivo. Esta vez le dijo, con otras preciosas palabras, se entiende, que yo era un degenerado”. “Al cabezón lo echaron sin más trámites y ahora pienso si no le tocó la mejor parte”.

Como vemos, pareciera que, con los chicos pobres, el rol reproductor de la Escuela  no se cumple en las aulas, sino en la exclusión de las mismas.  Gramsci afirma que uno de los logros históricos de la burguesía ha sido la imposición de una voluntad de conformismo en las masas, que se trasunta, en este caso concreto, en la aceptación pasiva de la función de selección y exclusión que se le ha otorgado a  la Escuela.

Sin embargo, no todo es conformismo, también podemos ver que el chico se escapa del marco social impuesto, merced a su capacidad de poner en contexto los sucesos que le acaecen. Así vemos que apenas se levanta y mientras camina, Lito toma conciencia de los demás habitantes de la villa, de la miseria y de la violencia existentes, pero no sólo en el caso del viejo del Tulio que “el domingo, como no puede estar sin hacer nada, la muele a palos a la vieja”, sino también del violento contraste entre esa vida, la suya, y la de los “grandes tipos (que) duermen allá en su lecho de rosas”.

El de núcleo de buen sentido –aquello que permite que los miembros de las clases subalternas establezcan la separación entre ellos y los otros- es un concepto útil para dimensionar la conciencia que tiene Tulio de la existencia de una clase que trabaja y otra que disfruta del producido con el trabajo de la primera, concretizadas en dos espacios: el “aquí” y el “allá”. Si los otros “un día se decidieran a quedarse en la villa (…) no sé qué sería de esos tipos. Tendrían que limpiar, acarrear, perforar, construir (…) y por fin robar con sus tiernas manitas de maricas”.

Pero el narrador va más lejos. El niño no sólo desarrolla este núcleo de buen sentido -la idea de que existen dos clases antagónicas,  la que “limpia, acarrea, perfora, construye y la que “duerme en un lecho de rosas”, sino que coloca a Tulio en un proceso de conciencia más profundo todavía. El muchachito concluye: “Pero la gente pobre no lo entiende. Todo lo que piden de la vida es un pedazo de pan, una botella de vino y que no se les cruce un botón en el camino”.

Lo que Tulio observa es el resultado del consenso como principal sostenedor del capitalismo. El estado no es un mero instrumento de dominación, es el espacio de unificación de los sectores dominantes. No es un conjunto de “aparatos” (Estado restringido) sino una red de instituciones que organizan el consenso, abarcando a la sociedad civil (Estado ampliado) Institutos como el sufragio o instituciones como los sindicatos y los partidos políticos pueden ser funcionales al sistema.

Entre la economía –la estructura- y el Estado –la superestructura- por usar las metáforas marxistas (dimensiones que Gramsci no separa ya que las integra en el concepto de bloque histórico) existe un conjunto de instituciones: la sociedad civil gramsciana o estado ampliado. Instituciones intermedias como los medios masivos, los partidos políticos, las sociedades de fomento, las iglesias, las escuelas, son las encargadas de generar consenso, de fabricar los medios para que la población interiorice el orden social con carácter de natural, incorporando sus valores (particulares) como universales. El consenso, junto con la coerción que el Estado puede imponer –la violencia directa- constituyen las dos columnas sobre las que se asienta y se reconstruye el sistema.

 

En “Como un león” la imposición de la fuerza por parte de la policía, la dominación por medio de la violencia que encarcela (abstrae el elemento disonante del sistema) o mata (anula el elemento peligroso) está presente en puntos concretos del relato:

“ya estuvo en la 4ta por daño intencional”

“Fuimos en el patrullero mi madre y yo hasta la 46° y allí estaba mi hermano tendido sobre una mesa con una sábana que lo cubría de la cabeza a los pies”.

 

En cambio, la construcción de consenso como proceso y como resultado es un elemento que está presente, aunque velada,  a lo largo de todo el texto. Lito asume  una visión de sí mismo que es ajena, producida desde las clases sociales dominantes e impuesta y asumida como propia.

 

 “No dudo, o por lo menos no discuto –lo cual además sería perfectamente inútil con la vieja- que la escuela sea algo tan bueno como ella dice, pero todavía dudo mucho menos que yo sirva para eso. (…) A esta altura creo que ni la misma gorda (la maestra) lo pone en duda y estoy seguro de que se sacaría un peso de encima si alguna de estas mañanas no apareciera por allí”.

 “Me acuerdo (…) de todos los que se fueron. (…) Sé que tarde o temprano iré tras ellos. Tarde o temprano la vida se me pondrá por delante y saltaré al camino. Como un león”.

 

Para concluir, en el texto de Conti se construye un personaje rico, con matices, que muestra, por un lado, la apropiación de una cosmovisión ajena, impuesta desde las clases dominantes, encarnada en un concepto de sí mismo como incapaz  de hacer o de cambiar el orden estatuido, pero, por otra parte, las fuerzas contrahegemónicas provenientes de una entrevisión temprana de los antagonismos de clase, le da un sustento propio y abre una puerta posible al cambio.

Como dijimos, la hegemonía  es la capacidad de las clases que tienen el poder de generalizar su visión de mundo e imponerla como verdad universal, por medio de la dominación o el consenso, a las otras clases sociales. La coerción es, fácilmente,  visible, por lo que, si se quiere trabajar con un objetivo de justicia, de imponer una hegemonía diferente, es, de los males, el menor. Por el contrario, el consenso es un enemigo cotidiano, invisible y poderoso. Es una forma de percibir el mundo, la imposición de una filosofía, una moral, costumbres, un “sentido común” que hace ver las imposiciones de la clase dominante como valores compartidos y la disidencia –un camino abierto hacia la transformación de una sociedad injusta- como una desviación peligrosa que debe combatirse.  Es decir, que para producir un cambio, deben darse no solamente las condiciones objetivas -la crisis orgánica- sino subjetivas, que se relacionan con el nivel de conciencia de las clases populares, con el desarrollo de la capacidad de creer en sus propias capacidades  y entender su misión histórica  contrahegemónica como única e indelegable.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA

 

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FREIRE, P.,                          “Educación y calidad” y “Escuela pública y educación popular” en Política y educación, Siglo XXI, México, 1996.

————————–           Pedagogía del oprimido, Siglo XXI, Bs. As., 1986.

GRAMSCI, A.                       Los intelectuales y la organización de la cultura, nueva visión, Bs. As., s.f.

PAOLI, A.,                             La lingüística en Gramsci, Premia, Puebla, 1984.

POULANTZAS, N.              Estado, poder y socialismo, Siglo XXI, México, 1983.

TAMARIT, J.,                        Poder y educación popular, Quirquincho, Bs. As, 1992.

—————————-         Educar al soberano, Miño y Dávila, Bs.1994.

—————————-       Escuela crítica y formación docente, Miño y Dávila, Bs.

As., 1997.

 

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